martes, 12 de julio de 2016

MI HORA FAVORITA



   La noche anuncia su llegada y con ella, el silencio total, mi hora favorita, la que amamos los escritores; las ideas empiezas a surgir, la fantasía a vivir.

Nada más grato que la noche, un café y un escritorio, no importa si es una máquina, una computadora o simplemente un papel, lo que plasmas en ellas nada las borra, son letras que transmiten un pensamiento, o un sentimiento y esos quedan de por vida. 


jueves, 7 de abril de 2016

En pedazos




    Qué difícil volver a juntar los pedazos de tu ser cuando ni tu misma sabes si podrás volver a unirlos.

¿Quién ha encontrado los pedazos que formaban su yo completo antes de verlos hechos añicos?, aquel que tenía sueños y metas, que quería amar y creer en el amor.

 Esos pedazos que jamás encuentras y tratar de unir con destajos, tratando de volverte a construir, quedando grietas que no vuelven a ser un completo de todo.

 






sábado, 2 de abril de 2016

TAL VEZ ES EL VIENTO, TAL VEZ ERES TU.









Aquí estoy postrada con inmensa melancolía,
he de confesarte, no siento los latidos de mi corazón,
a veces pienso que se ha detenido
porque las fuerzas me han abandonado.
 
¡Oh amor! lamento si estas lágrimas perturban tu paz,
solías ser la luz de mi hogar, de mi camino,
y no quiero dejarte en este lugar frío lleno de soledad.
Si me alejo, siento que no te veré jamás.
 
Sé que no puedo quedarme
aunque confieso, lo deseo con toda el alma,
te digo adiós y siento desprender mi esencia
como si mi alma se desgajara

El viento levanta con fuerzas las hojas
que esparcidas se encuentran alrededor,
tal vez es solo mi imaginación
o es tu  forma de decirme adiós.


Para mi Padre R.R.M. T.Q.M.





miércoles, 30 de marzo de 2016

LA MASCARA





       Llega el momento en que nos deshacemos de la careta y aparece nuestro verdadero yo; aquel que no es perfecto, el que olvida dar los buenos días, un beso o un te amo a quien le acompaña en su lecho de amor.

Llegan los días grises, donde empiezan las dudas, los celos, las inseguridades, te preguntas donde están los detalles amorosos, las caricias, las mañanas apasionadas.

Extrañas aquellos días donde no era suficiente el tiempo que pasaban juntos, porque era una verdadera delicia estar planeando con entusiasmo el futuro, ahora opacado por la barrera del costumbrismo.

Un café, una revista, o un teléfono siempre distrae a alguno de los dos. Al despedirse por si acaso un tibio beso, y empiezas a darte cuenta que, si bien no son los mismos de antes, existe aún el amor.

Llega la noche, lo he recibido con una cena especial; conversamos, nos reímos, recordamos muchas cosas, ya sin caretas, reconocimos nuestros errores, y aprendimos a querer al otro yo, ese que no es perfecto, el que se distrae, el que olvida, el que a veces necesita su espacio; nos mostramos como somos, con muchos defectos, porque estos son mutuos, porque nadie es perfecto y nosotros no somos la excepción.

 

 

 

 











lunes, 7 de marzo de 2016

REFLEXION



                                  






      Alondra bajó lentamente la escalera, imaginó que ahí estarían sus padres sentados como siempre, él leyendo algún artículo, ella viendo el televisor.

     —Uf, —lanzó una exhalación de aburrimiento, segura de que la reprenderían—. Bajo con desgano y el descaro que la caracterizaba; últimamente nada de lo que hacía les parecía, sus pantalones demasiado ajustados, sus faltas muy cortas, las notas escolares fatales, sus amigos unos vagos, en fin, ya estaba acostumbrada, solo los escucharía mientras cenaba y se iría a su habitación, ocuparía su teléfono o su laptop y chatearía con sus amigos. 

  —No tengo que escucharlos mucho tiempo. —se dijo sarcástica, sonriendo con descaro.

    Conforme se acercaba a la sala, empezó a sentir sus rodillas flaquear, un vacío en el estómago, un nudo en la garganta que amenazaba con ahogarla; hizo una pausa antes de llegar, se recargo en la pared, evitó la sala y se dirigió a la cocina; tomó un vaso de leche, al terminarlo, quedó como paralizada mirando el vacío de este, perdiéndose en sus memorias, recordó la última escena donde sus padres discutían como solían hacerlo. 

  —Me esfuerzo para que estudie, para que tenga una profesión. —Gritaba enérgico y enfadado su padre.

     —Solo tú te esfuerzas? ¿Y qué hay de mí? —pregunto furiosa su madre.

    Alondra sentada a su lado se limitaba a escucharlos; sus voces parecían eco, nada la alteraba, burlona los miraba. Sabía que después de la tormenta llegaba el silencio; sentados uno frente al otro, como si no existieran, como dos desconocidos.

    Dejó el vaso en la cocina...desde del velorio no había llorado, su abuela la había querido llevar a su casa, pero con sus ya 19 años ella quería vivir sola, sentirse libre.

    Por fin después de largo rato se acercó a la sala, miró los asientos donde solían sentarse sus padres, estaban vacíos, ya no había gritos, solo silencio absoluto.

    Se sintió terriblemente sola, no le importaría escuchar sus reproches, o sentir su indiferencia, solo quería sentirlos cerca; imagino a su padre con su cigarrillo, con ese gesto adusto que le acompañaba, leyendo su periódico, pudo sentir su mirada de desilusión, después miro el asiento vacío de su madre, imagino verla con esos ojos cansados marchitados, que reflejaban tanta soledad.

    Alondra subió a su habitación, miró atenta su reflejo en el espejo, sorprendida le alarmó su delgadez, se veía descuidada, recordó que llevaba días sin comer; las fiestas y el licor habían hecho estragos en su cuerpo, parecía una chica desnutrida, en ese momento se preguntó, cuáles eran sus sueños, sus metas, y se dio cuenta que…no tenía ninguno. 

    Pasó horas sentada observando su celular, su computadora, en silencio, se daba cuenta que nada llenaba su vida, como si viera sus años consumidos en esos aparatos, en esas desenfrenadas fiestas. Recordó las palabras de su abuela, quien, con sus ojitos humedecidos, tomaba sus manos para enlazarlas suavemente con las suyas.

    —Alondra, hija, hubo un terrible accidente y… tus padres no sobrevivieron cariño. —Alondra guardó absoluto silencio por un largo rato, nunca derramo una lágrima, nunca dijo nada, ni durante el velorio ni en el funeral; la gente se acercaba a dar el pésame, pero ella parecía ausente, al llegar a casa, durmió por muchas horas, y había despertado pensando que era una pesadilla. 

    Una lágrima asomó a sus ojos, ahora se daba cuenta que estaba sola, que bajaría y no vería nunca más a sus padres, ya no más regaños, ya no más gritos, solo silencio, un total silencio. 

     El llanto se hizo más y más abundante, por un momento pensó que se ahogaría, al fin ya calmada, bajo a la sala, se perdió en ese cuadro familiar, recordó que en esa época solían reír, jugar, platicar, no podía decir con certeza que fue lo que los separó, tal vez la amante de su padre, la rebeldía de ella, o el silencio y conformismo de su madre.

    Marco el teléfono, se escuchó la voz de su abuela.

    —¿Abuela? —Su voz ahora era frágil, temerosa, apenas audible—. ¿Puedes venir? los ojos de Alondra se llenaron de lágrimas, al otro lado de la línea podía oír que su abuela lloraba.

    —Si hija, claro, no estás sola, aquí estoy para ti.

    Alondra ilusionada y agradecida colgó el teléfono, descolgó el cuadro de sus padres, y subió los escalones hacia su habitación; recogió sus libros, los limpió y los acomodo en su librero, limpió su habitación, colocó el cuadro de sus padres a un lado sobre su buró, —nunca más los desilusionaré, —prometió con una sonrisa triste— se sentó tranquila y espero a la abuela Jacinta.

    El tiempo y la vida se van, disfruta cada momento, fija metas, ten sueños, valora a cada persona en tu camino, porque un día despertarás y todo se habrá ido, te miraras al espejo, y te devolverá una imagen real y cruda, sin caretas, sin escudos, ruega por que haya alguien que recoja tus cenizas que, a pesar de tu soberbia, se haya quedado a tu lado.