miércoles, 30 de marzo de 2016

LA MASCARA





       Llega el momento en que nos deshacemos de la careta y aparece nuestro verdadero yo; aquel que no es perfecto, el que olvida dar los buenos días, un beso o un te amo a quien le acompaña en su lecho de amor.

Llegan los días grises, donde empiezan las dudas, los celos, las inseguridades, te preguntas donde están los detalles amorosos, las caricias, las mañanas apasionadas.

Extrañas aquellos días donde no era suficiente el tiempo que pasaban juntos, porque era una verdadera delicia estar planeando con entusiasmo el futuro, ahora opacado por la barrera del costumbrismo.

Un café, una revista, o un teléfono siempre distrae a alguno de los dos. Al despedirse por si acaso un tibio beso, y empiezas a darte cuenta que, si bien no son los mismos de antes, existe aún el amor.

Llega la noche, lo he recibido con una cena especial; conversamos, nos reímos, recordamos muchas cosas, ya sin caretas, reconocimos nuestros errores, y aprendimos a querer al otro yo, ese que no es perfecto, el que se distrae, el que olvida, el que a veces necesita su espacio; nos mostramos como somos, con muchos defectos, porque estos son mutuos, porque nadie es perfecto y nosotros no somos la excepción.

 

 

 

 











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